EL VALOR DE LA PREGUNTA EN LA INVESTIGACIÒN ONDAS DE COLCIENCIAS
La estrategia de la investigación en el programa Ondas de Colciencias es la pregunta, ya que es ella la que mejor refleja el asombro y las inquietudes de niñas, niños y jóvenes frente a las realidades que les circundan. La pregunta, igual, refleja el modo infantil y juvenil de acercarse a l mundo real desde las creencias, las opiniones, las experiencias primeras, los primeros modos de abstracción y representación, las imágenes y figuraciones pre-científicas. La pregunta, incluso, ayuda a darse cuenta de la lógica de razonamiento que la acompaña, que la produce.
El profesor Ondas, nos dice el Dr. Carlos Eduardo Vasco, no sólo debe saber hacer buenas preguntas sino además tener un buen detector de preguntas, de buenas preguntas. Esta consideración nos indica que no toda pregunta es buena, que la pregunta debe ser sacada del espontaneismo, y como ya nos lo había dicho el profesor Marcos Raúl Mejía, tanto profesor como estudiante deben saber pasar de la pregunta a la indagación. Este salto necesario que los Dres Vasco y Mejía nos recomiendan nos obliga, según Vasco, a hacernos la siguiente pregunta: ¿Cuándo el niño hace una buena pregunta? ¿ Por qué la pregunta ¿por qué no se cae la luna? o la pregunta ¿por qué la luna nos persigue? son buenas preguntas?
El proceso que permite hacer buenas preguntas y aprender a detectar buenas preguntas se relaciona, dice Vasco, con la memoria, con la imitación, con el ejemplo, con la repitencia. El niño, la niña, aprenden a preguntar por el modelo de preguntas que le presenta el maestro según un conocimiento acumulado, y aprende el mecanismo de la pregunta, ya que se contagia del buen maestro y tiende a imitarlo, a seguir su ejemplo, a repetirlo, a ser como él. Una buena pregunta, de este modo, en sentido clásico, tiene la impronta del saber del maestro, el cual se transmite a sus estudiantes en la gracia del discurso oral y escrito del maestro.
Una buena pregunta es aquella que no tiene respuesta conocida, que no tiene muchas respuestas, que deja muchos interrogantes, que tiene misterio, enigma, que interpela las creencias, las convicciones personales, las lógicas de razonamiento, los contenidos acumulados, los modos de construir conceptos, las verdades de escuela. Pero, sobre todo, una buena pregunta tiene la característica de ser inédita, es una pregunta que no ha sido hecha. En términos generales, una buena pregunta tiene estas señales, que la ponen, casi, en los umbrales de la creatividad, de la imaginación de maestros y estudiantes.
Las buenas preguntas se refieren a un contexto, a una situación natural o social, histórica, cultural, situación-problema que suscita inquietudes, alternativas varias de solución, muchas de ellas, incluso, contradictorias en sus efectos y posibilidades. La situación problema orienta el horizonte de la respuesta y el carácter de actuación para solucionar el problema presente y real. Las buenas preguntas se contextualizan en la naturaleza, en el entorno social y cultural, en la tradición histórica, en las novedades científicas y tecnológicas, sociales.
El profesor Rafael Flórez en su libro Las pedagogías del conocimiento nos enseña que los maestros usamos frecuentemente la pregunta retórica y no la pregunta de conocimiento. La pregunta retórica es una pregunta para pedir información ya conocida, archivada en la memoria improductiva; es una pregunta para llamar la atención del estudiante, para que ponga cuidado a la clase, o para que participe de ella, para que no sea pasivo en clase, convirtiéndose en una pregunta activista. Es una pregunta de persuasión argumental en el ejercicio del poder autoritario del maestro. La pregunta retórica distrae del objetivo de una pregunta de conocimiento que es formar en el pensamiento crítico del estudiante.
La pregunta de conocimiento, por consiguiente, se elabora desde la duda auténtica, desde el no saber, y es por tanto una apertura a la experiencia, al contexto de la pregunta, a la situación en que emerge la pregunta, a su lógica de sentido y razonamiento, a su horizonte de respuesta. Es esta analítica de la pregunta la que permite auto-observarnos en calidad de maestros y de sujetos de conocimiento y pensamiento, en calidad de estudiantes con nuestros estudiantes, capaces de discernir nuestro saber, de dialogarlo, de cuestionarlo, de protegerlo del dogma, de abrirlo a la argumentación, a la contra-argumentación.
La estrategia de la investigación en el programa Ondas de Colciencias es la pregunta, ya que es ella la que mejor refleja el asombro y las inquietudes de niñas, niños y jóvenes frente a las realidades que les circundan. La pregunta, igual, refleja el modo infantil y juvenil de acercarse a l mundo real desde las creencias, las opiniones, las experiencias primeras, los primeros modos de abstracción y representación, las imágenes y figuraciones pre-científicas. La pregunta, incluso, ayuda a darse cuenta de la lógica de razonamiento que la acompaña, que la produce.
El profesor Ondas, nos dice el Dr. Carlos Eduardo Vasco, no sólo debe saber hacer buenas preguntas sino además tener un buen detector de preguntas, de buenas preguntas. Esta consideración nos indica que no toda pregunta es buena, que la pregunta debe ser sacada del espontaneismo, y como ya nos lo había dicho el profesor Marcos Raúl Mejía, tanto profesor como estudiante deben saber pasar de la pregunta a la indagación. Este salto necesario que los Dres Vasco y Mejía nos recomiendan nos obliga, según Vasco, a hacernos la siguiente pregunta: ¿Cuándo el niño hace una buena pregunta? ¿ Por qué la pregunta ¿por qué no se cae la luna? o la pregunta ¿por qué la luna nos persigue? son buenas preguntas?
El proceso que permite hacer buenas preguntas y aprender a detectar buenas preguntas se relaciona, dice Vasco, con la memoria, con la imitación, con el ejemplo, con la repitencia. El niño, la niña, aprenden a preguntar por el modelo de preguntas que le presenta el maestro según un conocimiento acumulado, y aprende el mecanismo de la pregunta, ya que se contagia del buen maestro y tiende a imitarlo, a seguir su ejemplo, a repetirlo, a ser como él. Una buena pregunta, de este modo, en sentido clásico, tiene la impronta del saber del maestro, el cual se transmite a sus estudiantes en la gracia del discurso oral y escrito del maestro.
Una buena pregunta es aquella que no tiene respuesta conocida, que no tiene muchas respuestas, que deja muchos interrogantes, que tiene misterio, enigma, que interpela las creencias, las convicciones personales, las lógicas de razonamiento, los contenidos acumulados, los modos de construir conceptos, las verdades de escuela. Pero, sobre todo, una buena pregunta tiene la característica de ser inédita, es una pregunta que no ha sido hecha. En términos generales, una buena pregunta tiene estas señales, que la ponen, casi, en los umbrales de la creatividad, de la imaginación de maestros y estudiantes.
Las buenas preguntas se refieren a un contexto, a una situación natural o social, histórica, cultural, situación-problema que suscita inquietudes, alternativas varias de solución, muchas de ellas, incluso, contradictorias en sus efectos y posibilidades. La situación problema orienta el horizonte de la respuesta y el carácter de actuación para solucionar el problema presente y real. Las buenas preguntas se contextualizan en la naturaleza, en el entorno social y cultural, en la tradición histórica, en las novedades científicas y tecnológicas, sociales.
El profesor Rafael Flórez en su libro Las pedagogías del conocimiento nos enseña que los maestros usamos frecuentemente la pregunta retórica y no la pregunta de conocimiento. La pregunta retórica es una pregunta para pedir información ya conocida, archivada en la memoria improductiva; es una pregunta para llamar la atención del estudiante, para que ponga cuidado a la clase, o para que participe de ella, para que no sea pasivo en clase, convirtiéndose en una pregunta activista. Es una pregunta de persuasión argumental en el ejercicio del poder autoritario del maestro. La pregunta retórica distrae del objetivo de una pregunta de conocimiento que es formar en el pensamiento crítico del estudiante.
La pregunta de conocimiento, por consiguiente, se elabora desde la duda auténtica, desde el no saber, y es por tanto una apertura a la experiencia, al contexto de la pregunta, a la situación en que emerge la pregunta, a su lógica de sentido y razonamiento, a su horizonte de respuesta. Es esta analítica de la pregunta la que permite auto-observarnos en calidad de maestros y de sujetos de conocimiento y pensamiento, en calidad de estudiantes con nuestros estudiantes, capaces de discernir nuestro saber, de dialogarlo, de cuestionarlo, de protegerlo del dogma, de abrirlo a la argumentación, a la contra-argumentación.
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